El país de las últimas cosas es el mejor libro que he leído en este año (tomando en cuenta que apenas empieza el año y sólo llevo un libro). Paul Auster describe en esta novela la perdida total de la esperanza humana en una ciudad sin principio ni fin y como a pesar de eso Anna Blume sigue intentándolo, hasta encontrar a su hermano, una salida o la muerte, algo, cualquier cosa que le de un dirección; no, que le de un sentido a su vida. “Pongo un pie adelante del otro, luego el otro frente al primero, y sólo espero poder repetirlo otra vez”.
Estos son algunos de los párrafos que me gustaron más, espero que sirvan para poder explicar la sensación que experimenté al leer esta novela:
“...Cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento, o te das vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenias delante desaparece de repente. Nada perdura, ya ves, ni siquiera los pensamientos en tu interior. Y no vale la pena perder el tiempo buscándolos; una vez que una cosa desaparece, ha llegado a su fin...”
“...los recuerdos nublan mi mete, lo que ocurrió y lo que no ocurrió, las calles que vi por primera vez, los días, las noches, el cielo contra mi cabeza, las piedras extendiéndose a lo lejos. Me parece recordar que miraba constantemente hacia arriba, como si examinara el cielo por si faltara algo o sobrara algo, algo que lo diferenciara de otros cielos; como si el cielo pudiera explicar las cosas que veía a mi alrededor...”
“...la ciudad parece estar consumiéndose poco a poco, pero sin descanso, a pesar de que sigue aquí. No hay forma de explicarlo; yo sólo puedo contarlo, pero no puedo fingir que lo entiendo...”
“...Uno piensa que las cosas llegaran a su fin; las cosas se desmoronan o desaparecen y no se crea nada nuevo. La gente siempre muere, pero los niños se niegan a nacer, en todos los años que llevo aquí, no recuerdo haber visto ningún bebé recién nacido y, aun así, siempre hay gente nueva reemplazando a aquellos que desaparecen...”
Y es así como Anna se hunde en la miseria y la soledad, nada parece salir bien, y si algo es bueno no dura mucho, solo lo suficiente para mantenerla con vida unos instantes más, sólo en un par de ocasiones ella comenta que se encuentra bien, no feliz, bien.
“Victoria y yo no nos convertimos en pareja en el sentido habitual de la palabra. Mas bien, cada una de nosotras se convirtió en un refugio para la otra, el sitio donde podíamos acudir a buscar consuelo para lo soledad. Al final el sexo era lo menos importante. Después de todo, un cuerpo es sólo un cuerpo, y en realidad no importa si la mano que te toca es la de un hombre o la de una mujer. Estar con Victoria me brindó placer, pero también me infundio valor para vivir otra vez el presente. Esto era lo mas importante; dejé de mirar hacia atrás todo el tiempo, y poco a poco se fueron sanando las innumerables heridas que llevaba conmigo. No volví a sentirme un ser completo, pero al menos dejé de odiar mi vida...”
Al final y a pesar de todos sus males Anna sólo pide tener la oportunidad de vivir un día más. No importa si es para su bien o para su mal, el instinto de supervivencia la empuja a poner un pie delante del otro.
