viernes, 9 de diciembre de 2011

Gib mir einen kuss

El acto de hacer el amor contigo no termina en ese momento de éxtasis total en que exploto en placer dentro de ti. Más bien hacer el amor contigo es el acto interminable de la búsqueda de nuestras manos; un contacto sutil, delicado y descarado, un coqueteo constante de nuestros dedos que se acercan y separan, se esconden y se encuentran, se comunican y callan.

No podría explicarte con palabras, como es que una mañana de compañía entre tus piernas es más íntima, profunda y erótica que todas mis noches de locura juntas. Que el contraste de nuestra piel desaparece ante ese monstruo de dos espaldas que se forma en tu cama, que con cada puerta que abres, quedo más atrapado en el laberinto de tu verdad.

Tampoco te podría explicar el miedo que me provoca el tiempo y la obscuridad, miedo a la noche sin ti, al desayuno sin café, a las mañanas sin sueños, a la poesía sin palabras, miedo a la vida sin tu mirada clavada en la mía, a los hombres lobos las noches de luna llena, miedo al pasado, miedo al miedo, miedo a llorar, miedo a las ruinas y los fracasos, miedo a quererte más, miedo de ya no tener miedo de quererte más...

Es por eso que callo y te veo fijamente, para no errar en las palabras, para no dejar que mi torpe lengua estropee el momento,para generar un vértigo entre los dos que nos impulse al vacío, callo y te veo para no hacer otra cosa mas que verte.

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