Ya no queda tiempo para nada.
No queda tiempo para las noticias, ni un café bien hecho. No
hay tiempo para la liberación del alma, para la expansión de la conciencia, paras el arte, para la música, para los museos. No
hay tiempo ni para atravesar el semáforo.
Me queda un poco de tiempo para el vino. Casi nada para la amistad.
El amor lo programo para una vez a la semana lo mismo también para revisar las cuentas.
Comida rápida para no perder tiempo. Ejercicio a trabajos
forzados. Trabajos forzados y tesis moribunda… Todo su resume a un misterioso
lago que no logro entender y al recuerdo de una vida pasada.
EL recuerdo de las
marchas, del rincón inesperado, del “culito
perfecto”, de la novedad, de la aventura y el conocimiento abierto. De las
delicias de sanar la heridas y coincidir con las “6 casualidades” que la
vida ofrece cada día. De las cañas y las tapas. Del arte hecho ciudad, de la
ciudad hecha poesía, de la poesía hecha vida, se la vida hecha un respiro profundo…
Hoy me quedó tiempo de escribir. De un poco de vino, de
música melancólica, de una llamada para interrumpir la lectura nocturna y estimular
los buenos sueños, mas vino. De un beso de bienvenida. Pero lo más importante, es que me queda tiempo
para el mañana.
No me quedó tiempo para revisar la ortografía ni la
redacción.
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