Por aquí todo tranquilo, disfrutando de un soleado pero fresco domingo en la serenidad que ofrece esta alfombra de contundente verdor que rodea la casa, disfrutando del delicioso olor a naranja en este día que despiden los naranjos que están sembrados por todas partes, de un buen café, de la somnífera sombra que me proporciona un almendro en el cual un sabio decidió construir un columpio (Dios bendiga a ese hombre y a esté árbol), sintiendo el arrullo del viento en mí pecho desnudo mientras toco el pasto con los dedos y me balanceo en el columpio. Me quedo así, sin decir nada, sin hacer nada, sin pensar en nada, me quedo así y escucho la conversación de los pájaros que no paran de hablar, ni de hablarme a mi, sintiendo el contundente pero tímido sol asomarse de vez en vez entre las hojas de mí almendro, golpeando mí rostro y formado en la copa de los arboles un hermoso arcoiris circular multiplicado por mil, por mil hojas, por mil versos, por mil respiros...
Por fin después de muchos meses despierto un domingo y no siento resaca en mi cuerpo, ni observo laceración alguna dejada por la noche anterior, ni siento las cicatrices de mis recuerdos, ni me siento perdido en el desierto del amor, tampoco siento la necesidad de comenzar otra semana. Quiero que todo se quede así, en domingo, un domingo soleado pero fresco como el de hoy.

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