lunes, 18 de abril de 2011

Sincronía.

Volteo disimuladamente, se mueve. Vuelvo la mirada.
La necesidad me vence sin mucho esfuerzo, miro de reojo.
Esta vez unos segundos de más.

El tiempo se detiene...

Mí pupila recorre sus curvas cubiertas de piel, primero los pies, subo por las piernas, llego al los muslos, taro de subir un poco más, sólo lo suficiente. Aunque nuca es suficiente. Su falda me lo impide.

Las imágenes se presentan ante mi. Figuras retorcidas, formas enredadas, sin principio ni fin, cuerpos lubricados en sudor, mitigando la fricción, pero aumentando el calor. Cuerpos sin rostros, pero con miradas concupiscentes, sin boca pero emanando sonidos obscenos, lujuriosos, depravados.

Lentamente una lengua recorre un cuerpo, el ombligo, los pechos, las axilas, la garganta, la espalda, las nalgas. Se envuelven de adentro hacia afuera, desgarrándose mutuamente, atrayéndose por la gravedad entre los cuerpos. Uno cubre mientras el otro es cubierto, uno llena mientras el otro es llenado, uno avanza mientras el otro retrocede, ¡armonía perfecta!. Aprietan los dedos de las manos, estiran los dedos de los pies, una atmósfera de feromonas lo cubre todo, se chutan un pasón de dopaminas, se dejan caer. El espíritu de uno está ahora con el otro.

Se escuchan sonrisas traviesas... ¡Despierto!.

Miro su rostro. Sonríe, y sé que ella está pensando lo mismo que yo.

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